Puesto a filosofar como debe ser, cómodamente aposentado y con excelente perspectiva, he decidido que desde el “empirismo” que propició la experiencia y la observación detenida de “la realidad objetiva” en vida ya pasada, hoy voy a revisar a un clásico. Con toda frescura e insolencia me dispongo a cuestionar, nada más y nada menos que la Ley de la Contradicción Fundamental de la Sociedad Socialista.
Enuncian los tratados comunistas que esta contradicción fundamental es “la contraposición de las fuerzas productivas a las relaciones sociales de producción” y aunque sea éste, un axioma irrefutable, también universal, nunca se han atrevido a develar la verdadera contradicción, el conflicto fatal, irresoluto, en el que patalea hoy la izquierda dura, la “Izquierdona” anacrónica y almidonada.
Todo lo contrario a las dictaduras de derecha tradicionales del pasado, surgidas en el ajedrez mundial de “La Guerra Fría” y que basaron su represivo sistema en la incultura generalizada y la alienación del ser humano; la Dictadura del Proletariado, igualmente represiva aunque más sofisticada, plantea en su esquema, la “educación de las masas populares” entre sus primordiales alcances de proyecto.
Abren las puertas de acceso a la “superación” de todos en la convicción de que con la manipulación de programas de estudio ya sean históricos, sociales, económicos o filosóficos obtendrán al final ese “Hombre Nuevo” agradecido, ajeno al “egoísmo”, trabajador heroico y disciplinado, armado de las últimas herramientas del “estado del arte y la técnica” y desprovisto de las “luces” de un pensamiento sociopolítico conflictivo, un manso robot de carne y hueso, con el que habrán de construir “el futuro”.
Lo cierto es que por mucho daño que hayan infringido a ese “ser social”, por más que hayan cerrado sus fronteras y aislado sus países del resto del Mundo, cercenado obras, censurado autores, controlado todo medio masivo de difusión y la sociedad entera, “ocultar el sol” les ha sido imposible. El “Hombre Nuevo”, por mucho que le adulteraron su conciencia, se cuestiona desde lúcida perspectiva por qué habrá de ser egoísta el querer hacer con su vida lo que desea, por qué habrá de ser mezquino aspirar a vivir mejor, a tener una buena casa, un buen automóvil, viajar cuando pueda o llevar a sus niños a pasear a Disney, lo cual no está reñido con la construcción de una sociedad superior, más justa y solidaria.
La aventura totalitaria comunista esta condenada al fracaso. Es imposible ya aislar a un pueblo de un Mundo que apenas en una década, ha tendido vertiginosamente las autopistas de una Internet que en su inmediatez, ha convertido el vasto planeta en una simple “aldea global”. Así y todo, se la hayan prohibido o racionado, siempre quedan resquicios, agujeros por donde se filtra la luz.
La “Sociedad de la Información” desborda todo lo previsible y ese “Hombre Nuevo”, hijo de la Revolución, amamantado y educado por ella, será el que como ocurre en todo proceso natural, habrá de sepultarla también, resolviendo definitivamente la contradicción fundamental que nos convoca.
Enuncian los tratados comunistas que esta contradicción fundamental es “la contraposición de las fuerzas productivas a las relaciones sociales de producción” y aunque sea éste, un axioma irrefutable, también universal, nunca se han atrevido a develar la verdadera contradicción, el conflicto fatal, irresoluto, en el que patalea hoy la izquierda dura, la “Izquierdona” anacrónica y almidonada.
Todo lo contrario a las dictaduras de derecha tradicionales del pasado, surgidas en el ajedrez mundial de “La Guerra Fría” y que basaron su represivo sistema en la incultura generalizada y la alienación del ser humano; la Dictadura del Proletariado, igualmente represiva aunque más sofisticada, plantea en su esquema, la “educación de las masas populares” entre sus primordiales alcances de proyecto.
Abren las puertas de acceso a la “superación” de todos en la convicción de que con la manipulación de programas de estudio ya sean históricos, sociales, económicos o filosóficos obtendrán al final ese “Hombre Nuevo” agradecido, ajeno al “egoísmo”, trabajador heroico y disciplinado, armado de las últimas herramientas del “estado del arte y la técnica” y desprovisto de las “luces” de un pensamiento sociopolítico conflictivo, un manso robot de carne y hueso, con el que habrán de construir “el futuro”.
Lo cierto es que por mucho daño que hayan infringido a ese “ser social”, por más que hayan cerrado sus fronteras y aislado sus países del resto del Mundo, cercenado obras, censurado autores, controlado todo medio masivo de difusión y la sociedad entera, “ocultar el sol” les ha sido imposible. El “Hombre Nuevo”, por mucho que le adulteraron su conciencia, se cuestiona desde lúcida perspectiva por qué habrá de ser egoísta el querer hacer con su vida lo que desea, por qué habrá de ser mezquino aspirar a vivir mejor, a tener una buena casa, un buen automóvil, viajar cuando pueda o llevar a sus niños a pasear a Disney, lo cual no está reñido con la construcción de una sociedad superior, más justa y solidaria.
La aventura totalitaria comunista esta condenada al fracaso. Es imposible ya aislar a un pueblo de un Mundo que apenas en una década, ha tendido vertiginosamente las autopistas de una Internet que en su inmediatez, ha convertido el vasto planeta en una simple “aldea global”. Así y todo, se la hayan prohibido o racionado, siempre quedan resquicios, agujeros por donde se filtra la luz.
La “Sociedad de la Información” desborda todo lo previsible y ese “Hombre Nuevo”, hijo de la Revolución, amamantado y educado por ella, será el que como ocurre en todo proceso natural, habrá de sepultarla también, resolviendo definitivamente la contradicción fundamental que nos convoca.
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