
Al sacerdote zen Taigu se le pidió que se convirtiera en el abad del templo. Una mujer del lugar que había perdido un hijo acudió a pedir al nuevo abad que llevara a cabo los ritos funerarios.La mujer dijo al sacerdote zen: "Me consideraría muy afortunada de ser favorecida por vuestra compasión. Por favor, decidme dónde ha ido mi hijo".Taigu zen no pudo contestar.
La mujer se fue llorando amargamente.
El sacerdote zen se dijo a si mismo: "Yo pensaba haber alcanzado la realización. La pregunta de esta mujer me ha mostrado que ignoro el punto esencial. De qué me vale ser abad en un templo?".
Así pues, Taigu zen abandonó su posición y se fue, buscando profundizar su comprensión del zen.